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Cuando pienso en el concepto de «elegancia» a la hora de implementar mecánicas de juego, el nombre de Antoine Bauzá se me viene a la mente. Y siempre que lo hace (y mira que tiene juegos buenos el caballerete), en sus manos lleva una copia bien visible de su Hanabi.
¿De qué va?
Da igual. De verdad. Podéis saltaros esta sección, aprender a jugar el juego en abstracto y el juego será la misma maravilla mecánica y jugable sin necesidad de trasfondo. Pero bueno, lo tiene. Así que es justo juntar algunas letras para que lo conozcáis.
Hanabi es la palabra japonesa para referirse a los fuegos artificiales. «Flores de fuego», para ser más literales. Y es precisamente lo que las cartas de el juego que hoy nos ocupa representan: diferentes momentos en la ascensión y explosión de un conjunto de fuegos artificiales.
Los jugadores nos pondremos en la piel de un grupo de pirotécnicos que han sido contratados para asombrar al emperador con el mejor espectáculo posible. El tiempo se nos echa encima y deberemos apurarnos para ofrecer un show a la altura de lo que se espera de nosotros.

Mecánicas y juego
En Hanabi el objetivo es harto sencillo: partiendo de un mazo de cartas con números del 1 al 5 y con cartas en 5 colores diferentes, deberemos jugar cartas en orden de escalera creciente para conseguir formar los cinco juegos de colores del 1 al 5. O tantas como podamos, que es un objetivo mucho más realista.
Parece sencillo, pero el giro (casi literalmente) que propone Hanabi es que los jugadores no podrán mirar en ningún momento las cartas de su mano.
Y el juego cuenta con esa premisa para desarrollar sus mecánicas. Durante nuestro turno podremos dar pistas, como acción principal, a nuestros compañeros (o bien números -señalando las cartas de su mano que son doses, por ejemplo-, o bien colores – señalando las cartas que son rojas, por ejemplo). Esto es estupendo, pues cada jugador podrá ir aprendiendo nuevas cosas sobre su mano, pero cada vez que demos una pista gastaremos una de las 8 fichas azules que marcan nuestro límite. Una vez se acaben, no podremos dar más pistas.
Otra opción durante nuestro turno, en vez de dar una pista a otro jugador, será descartar una de nuestras cartas, con el riesgo que eso supone. Pero será esta la única forma de recuperar una de las fichas azules antes perdidas.

Gastando cartuchos
La tercera y última opción que tenemos, como acción a ejecutar durante nuestro turno, será la de jugar una carta sobre la mesa. Esta carta deberá poder jugarse, es decir, que las cartas precedentes en escalera ya estén sobre la mesa, y que no exista ya en la mesa una copia de esa misma carta.
Así, el 1 amarillo será válido siempre que la fila de cartas amarillas no haya sido empezada. Y el 3 rojo será valido siempre que hayan sido jugados el 1 rojo y el 2 rojos previamente. Si en algún momento decidimos jugar una carta y dicha carta no es válida, perderemos una de las 3 fichas rojas que representan las 3 únicas posibilidades que tenemos para cometer fallos.
Concentración, memoria e intuición
En Hanabi es vital mantener la atención, pues es fácil que las pistas que te dan sobre tus cartas se mezclen con lo que tienes en mente revelar a otros jugadores sobre sus cartas. Es importante memorizar. Y es importante, sobre todo, saber por qué alguien te da una pista determinada.
En Hanabi el juego está en los vacíos. En lo que nadie te dice, pero debes entender. Y hasta que comprendes eso es posible que llegar a una puntuación media se os haga muy cuesta arriba. La información permitida es tan parca, tan limitada, que uno debe valerse de la intuición. Y de saber cuándo afrontar riesgos.

Materiales y arte
Nada que señalar sobre este apartado que tan poca relevancia tiene en este juego. Ni destaca ni decepciona, pues nada promete sobre la materia artística. Una baraja y nueve fichas, que bien podrían ser papeles y judías sin que el juego viera mermada la diversión que proporciona a quien lo juega.
Ni aporta, ni resta.
Cooperación
No me tiembla el pulso al describirlo como «el cooperativo definitivo». Se trata de un juego planteado para cooperar y desarrollado para cooperar. Sin entendimiento ni voluntad de «darse a los demás» no llegarás a ningún sitio. Debes comprenderte a ti mismo como parte de un todo que es el grupo y sus componentes.
Da igual – el juego se encarga de recordártelo desde el principio – lo que tú tengas entre manos, pues el grupo será quien deba decidir (parcialmente a ciegas) cuál es el paso más sensato para prosperar hacia el objetivo. La diferencia entre jugar una primera partida y una quinta se deja sentir en el fluir de las decisiones, y en la cohesión de lo jugado. ¿Hay algo más cooperativo que aprender como equipo?

Conclusiones
Una de las mejores cosas que se puede decir de Hanabi es que el juego eres tú y tus compañeros. Las cartas son un mero vehículo, una abstracción poco refinada que os da pie a buscar los resquicios a los límites de la comunicación que establece el reglamento.
El secreto que hace de Hanabi un juego – para mi gusto – eterno, es que las partidas son tan diferentes y están tan vivas, que podría asegurar que jamás he jugado dos que me resulten parecidas. Precisamente porque el juego son las personas que lo juegan. Así, jugar a Hanabi con grupos diferentes será tanto como jugar a juegos diferentes.
Es difícil de ocultar mi pasión por este juego que tantos ratos de lúdico disfrute me ha dado en los últimos años. Y tengo que contenerme para no escribir un «10» bajo estas líneas bajo al axioma auto impuesto de que «no hay juego perfecto». Y debo coherencia a mis lectores. Pero con las ganas me quedo.
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PROS |
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CONTRAS |
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9,5

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[…] referente incuestionable de los juegos cooperativos. Antoine Bauzá (el mismo autor que dio a luz Hanabi) consigue con Ghost Stories llevarnos a momentos de genuina colaboración, en partidas tensas y […]
[…] que pueda tomar decisiones en tu turno. Esta mecánica es más o menos habitual en fillers como Hanabi o Misión […]